¿Porque pega mi hijo/a?

 

 

Manotazos, mordiscos y empujones como forma de expresión

Para un educador de Nivel Inicial una de las tareas más ingratas es la de explicar al padre, a la madre o a la abuela que el niño ha mordido o ha recibido una mordida de otro compañero.

Los familiares pueden llegar a pensar que la docente tal vez no haya cumplido correctamente con su trabajo y al no controlar a los niños.

 

 
Hasta el momento de su escolarización el niño ha tenido un contacto con iguales limitado a unos ratitos en las plazas o los lugares públicos, con primos en reuniones familiares o con los hijos de algunos conocidos. En estas ocasiones esporádicas siempre había adultos que dirigían los contactos.
 
La verdadera relación social diaria con iguales ha comenzado con el momento de su ingreso a una institución educativa. Acostumbrado a ser el centro de atención de su entorno no sabe compartir la atención de su educadora y la posesión de juguetes entonces es lógico que desarrolle comportamientos más belicosos que en el entorno familiar porque allí no deben competir con otros niños por juguetes y atenciones.
Sus hijos, como los demás, desean ser el “centro de todo” pero también desean relacionarse con iguales por ello se producen conflictos de comunicación.
 
Durante el primer año y medio aproximadamente ante cualquier conflicto el pequeño llora para que el adulto lo resuelva. En este período de edad hay niños que muerden para aliviar las molestias de la dentición y en ocasiones para manifestar afecto porque se encuentran en la fase oral y la boca está relacionada con las muestras de cariño. Desconocen que el hecho de morder tenga consecuencias negativas hasta que los adultos se lo hacen entender.  
En esta edad hay que explicarles que los mordiscos y manotazos hacen daño mostrando gestos de disgusto y enseñarles el modo de dar besos y abrazos como muestra de afecto.
 
A medida que los niños evolucionan en independencia intentan resolver los conflictos relacionales solos, sin embargo su nivel de lenguaje aún es limitado y cuando otros niños o niñas les quitan los juguetes suelen reaccionar de manera impulsiva y “violenta”, como por ejemplo tirando el objeto o “vengándose” con un manotazo, un empujón, un arañazo o un mordisco. La forma descrita es la reacción más habitual en niños entre 18 meses y 3 años aunque en algunos casos la reacción es de pedir ayuda al adulto o ignorar el problema y dejarse quitar el juguete.
 
Estas formas agresivas de relacionarse van desapareciendo al superar la etapa egocéntrica y con la evolución del lenguaje porque el niño podrá manifestar verbalmente los sentimientos y emociones.
Hasta el momento hemos explicado los motivos que llevan al niño menor de 3 años a empujar, pegar, arañar o morder. Comprendemos por qué lo hacen pero eso no significa que permitamos o fomentemos este tipo de conductas.
 
Los adultos en el ámbito familiar y en el escolar debemos hacer comprender al pequeño que su acción provoca dolor a los demás y mostrarle el modo correcto de relacionarse con iguales y resolver los problemas.
 
Excepto en el caso de que estemos seguros de que la motivación de la conducta está provocada por el deseo de obtener atención, le haremos saber que nos disgusta el que haga daño a otro, diciéndole que le diga perdón y darle un beso. Está desaconsejado totalmente el castigo físico, como pegarle en la boca, castigarlo en un cuarto cerrado, emitir juicios de valor personal, etc. Si el niño observa agresividad en los adultos imitará estas conductas, además no hay que olvidar que el objetivo es corregir su comportamiento no hacerlo pasar un mal rato.
 
La mejor forma de evitar estas conductas agresivas es prevenir.

 


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